Os dejamos una de las experiencias vividas en nuestra última sesión de Educación Emocional, en la que abordamos el inconsciente alrededor de nuestras emociones.
Gran parte de los juicios y valores que nos guían a la hora de emocionarnos han sido aprendidos y automatizados a lo largo de nuestra vida. Este aprendizaje se convierte en contenido más o menos inconsciente que nos lleva a repetir conductas y relacionarnos bajo patrones arraigados en los profundo de nuestro ser.
Para acceder a ellos llevamos a cabo, entre otras cosas, la experiencia de Psicofantasía guiada, que nos permite navergar a través de lo simbólico atravesando barreras que con un lenguaje racional se harían muy difíciles de franquear. Tras la experiencia los participantes narran su relato de vivencia, y en el trabajo grupal intentamos encauzar los símbolos que descubren ese inconsciente emocional.
Aquí dos valientes relatos de las participantes de este bonito viaje al auto-conocimiento.
Relato de Viatrix:
Al comenzar me he sentido en las nubes, por encima de mi cuerpo, y poco a poco he ido adentrándome en él, de forma que me he sentido como si fuera una vasija en la que corría una bola de fuego por dentro. Me ha costado trabajo cambiar el color de la bola, siendo al llegar al vientre de color naranja donde mejor he podido imaginármelo.
Cuando he caminado por las calles no he acabado de situarme en ningún sitio hasta que de repente me encontraba en una casa de la calle Pompeyos, en la que una vez siendo niña entré acompañando a una compañera que vivía allí. Me costó trabajo imaginármela a oscuras, pero lo conseguí, y finalmente, entré en la habitación de los disfraces. Elegí uno primero todo blanco y con mucho brillo, una especie de vestido completo, pero al estilo de pantalones cagados. Después cambié por otro de payaso, de muchos colores, y como complementos la nariz roja y los zapatones.
Con este traje de payaso volví andando desde la calle Pompeyos hasta aquí. Cuando me he dado cuenta de que me tenía que reencontrar con el grupo me he sentido muy ridícula.
Relato de Libertad:
Entro en esa casa oscura, grande y al llegar al armario de los disfraces y tocarlos me veo dentro de un disfraz que me aprieta, me resulta incómodo, estoy rígida, con una máscara en la cara, con una peluca de rizos blancos que me produce calor. Ese no es el disfraz que busco. Sigo buscando y toco uno que me parece suave y siento que es el que busco, y me veo dentro de él. Este es suave, ligero y empiezo a moverme con él, a mirarme en el espejo, a dar vueltas. Este es el que yo quiero, me gusta, me puedo mover.
La belleza de cada vivencia ayudó a todo el grupo, cada uno en su individualidad, a profundizar. Todas las personas podemos empatizar, desde nuestra unicidad, con un sentimiento de ridiculez ante nuestro verdadero yo, o con el disfrute de la libertad y liviandad. Nuestras compañeras necesitaban conectar en aquel momento con estas características de sí mismas y fue un placer poder acompañarlas.